Según informó la OMS el aumento en las dificultades visuales se dio especialmente en casos de miopía. La exposición constante a dispositivos, la falta de recreación en espacios abiertos con luz solar y la disminución en los controles visuales son algunos de los principales factores asociados.
La expansión del covid-19 llevó a que decenas de países del mundo decreten cuarentenas totales, parciales o intermitentes. Esta medida, que recluyó a la población en sus hogares por largos períodos, trajo aparejadas consecuencias económicas, políticas y sociales, pero también impactó en la salud humana.
Acorde a un reciente informe de la Organización Mundial de La Salud, en 30 años, una de cada dos personas en el mundo será miope, es decir, que verá de lejos con dificultad. Esta cifra, está ligada al aumento de horas por día que pasamos encerrados y expuestos a la luz de dispositivos tecnológicos como tablets, notebooks o celulares.
“La miopía se da de forma progresiva y porque el largo anatómico total del ojo -de frente hacia atrás-, es más extenso del habitual. Esto produce que la imagen se forme por delante de la retina y no en el lugar preciso. Si bien es un factor genético, también tiene influencias de cuestiones ambientales que, en la pandemia, dijeron presente”, explicó la doctora Rosana Gerometta, titular de la cátedra de Oftalmología de la Universidad Nacional del Nordeste e investigadora del CONICET.
“Según algunos autores, la luz del sol impide que el largo axil del ojo se siga agrandando, es decir, detiene un poco el progreso de la miopía. Como en pandemia los tiempos de recreación en espacios al aire libre se redujeron, la luz del sol no pudo actuar para evitar que empeore el cuadro”, advirtió la especialista al destacar la relevancia de la luz solar.
Otro factor ambiental que impactó en la vista de la población, viene de la mano de los dispositivos tecnológicos. “El ojo -detalló Gerometta- se acostumbró a trabajar con dispositivos u objetos que están a menos de un metro y, esta falta de entrenamiento del “zoom interno” que tenemos en el globo ocular, ha favorecido los problemas de vista en casos donde la predisposición genética ya estaba”.
La Academia Americana de Oftalmología propone un sistema llamado “20-20-20” que consiste en que cada 20 minutos de trabajo visual cercano, se mire algo a 20 pies durante 20 segundos. “Este ejercicio se puede realizar estando sentados y mirando durante un breve período de tiempo al punto más lejano que encontremos y, recién después, volver al dispositivo que tengamos en uso”, aconsejó la docente de la UNNE.
Gerometta advierte que, además, cuando se está concentrado ante un dispositivo de trabajo, la frecuencia del parpadeo es menor al habitual. “Esto, que es un mecanismo inconsciente, trae complicaciones. Nuestro ojo produce aproximadamente una lágrima por hora que sirve para lubricar el área. Al parpadear el ojo distribuye la lagrima para evitar que se reseque el globo ocular. Si no parpadeamos, el ojo no recupera su humedad”, subrayó la investigadora en diálogo con la Agencia CTyS-UNLaM.
Por otra parte, la especialista sugirió que, a la hora de trabajar de noche, se utilice una luz que no encandile para evitar cansar la vista de tener que regular la excesiva entrada de luz. “Es como cuando queremos mirar al sol directamente. Si esta práctica se vuelve crónica puede generar un daño en la retina”, alertó la doctora recibida que completó su posgrado en la Universidad de Buenos Aires.
Los primeros años
La visión es uno de los sentidos menos desarrollado en los recién nacidos. Si algo la afectase en el período de la infancia, el daño puede ser severo e incluso irreversible. “Hasta los 6 o 7 años de edad la visión está en desarrollo y, existiese algún error de refracción (miopía, hipermetropía, astigmatismo) o cataratas, es importante diagnosticarlo prontamente”, alertó Rosana Gerometta.
“Por ejemplo, hay niños que nacen con cataratas congénitas porque la mamá tuvo una infección general durante el embarazo. Si esto pasa desapercibido para el pediatra y se manifiesta recién a los meses, el desarrollo de la vista puede estar muy afectado. Por esto, se insiste tanto en el examen oftalmológico del recién nacido: si el diagnóstico se confirma, hay que operarlo rápidamente para que la luz permita la maduración de la visión”, ejemplificó la investigadora.
Así mismo, Gerometta agregó: “Si el niño tuviera un error de refracción que no se corrige en los primeros años de vida, puede alterársele la visión, pero de manera menos dura que las cataratas. Por eso, es importante estar atentos a los síntomas de forma temprana. Los niños con problemas de vista pueden tener un mal desarrollo en la escuela, mucha dificultad para leer el pizarrón o, por ejemplo, la necesidad de ver la televisión o la computadora muy de cerca”.
La pandemia también llevó al cierre de las escuelas y, con la virtualidad, se perdió a un agente de control y diagnóstico muy valioso: los docentes. “Las maestras y los maestros juegan un rol central en la realización del primer análisis. Si ellos notan que algo no anda bien alertan a los padres y, con un examen indoloro, podemos corroborarlo y obtener mucha información sobre el estado de la cuestión”, concluyó la docente de la UNNE.